Per Vaginam(Jan Theuninck) - Una vagina nos enfrenta, de nuevo, a la realidad

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Una vagina nos enfrenta, de nuevo, a la realidad

Las mujeres tienen una vulva y también la tienen algunos hombres trans y mujeres trans. Un poco más de la mitad de la población en Guatemala tiene una vagina sin importar su pertenencia étnica, credo, posicionamiento político, clase social, preparación académica, profesión y edad. La misma situación ocurre en otras partes del mundo. De hecho, en cualquier lugar de este planeta en donde se hayan asentado las personas para vivir o, incluso en poblaciones nómadas, más o menos la mitad cuenta con una.

ESTA ES UNA OPINIÓN

Vagina. Jan Theuninck (pintor y poeta belga).

FOTO: GRAY MOON GALLERY

Otra particularidad es que la mayoría de las personas –también sin importar su sexo, identidad, orientaciones y preferencias, credo o posicionamiento sobre el tamaño del Estado–, ha tenido contacto con una. Al nacer, las personas atraviesan una. En mi caso así fue. Quienes quieran entrar en la polémica dirán que  hay gente que nace por cesárea y por lo tanto jamás se han relacionado con una vagina. Y sí, tienen razón, pero esa es una excepción.

La vulva tiene varias partes. Las bibliografías consultadas difieren con los nombres, pero la convención identifica las siguientes: prepucio (sí, igual que el pene de los hombres), glande (también, igual que el pene de los hombres) del clítoris, labios menores, bulbo del vestíbulo, orificio de la uretra, labios mayores, abertura de la vagina, monte de Venus e himen o restos del himen (depende de la actividad sexual de la persona).

Pues bien, su existencia  no contraviene ni pone en peligro ni es extraña a la vida de las personas. Al contrario, es una parte común del cuerpo de más de la mitad de la humanidad y cumple con varias funciones más a allá de la reproducción. A través de ella se expulsan fluidos y se logra el placer sexual, por ejemplo.

Así las cosas, nos encontramos como sociedad en el revuelo que causó una representación de ella, confeccionada con papel de china y papel kraft, recorriendo la única calle peatonal del Centro Histórico de la Ciudad. Salió  emulando una procesión como el año anterior. Según las organizadoras, salió como “una provocación necesaria y urgente” para denunciar y detener la violencia de género.

Y es que ha sido la excusa para la jerarquización y la exclusión entre las personas y la configuración de un sistema social que coloca a las mujeres por debajo y al servicio de los hombres. Por ello, quien tiene una cuenta mayores probabilidades de sufrir algún tipo de violencia. Suena estúpido, pero así es: Dentro del sistema machista y patriarcal, la presentación de una vulva en el cuerpo ha sido la variable para acceder a varios derechos y ámbitos como la vida, educación, trabajo, seguridad, política, sexualidad y recreación.

En Guatemala no estamos fuera de esta realidad, sino que acá se profundiza y se agudiza. Hace un año, por ejemplo, 41 niñas fueron asesinadas por el propio Estado. Todas ellas se encontraban bajo el resguardo del Gobierno y fueron torturadas y encerradas porque no se comportaron tal como la sociedad dicta que debe hacerlo quien tiene una vagina: Las niñas estaban condenadas al silencio y a soportar con resignación cualquier tipo de violencia y maltrato contra sus cuerpos.

La sociedad quiere que las mujeres callen y que caminen sigilosas, que aparenten avanzar, pero que permanezcan en el mismo lugar que la sociedad ha diseñado para ellas: El cuidado del hogar. Se les dice que llenen los espacios vacíos, que trabajen más, que produzcan, que se defiendan, que luchen, que demuestren su capacidad, que no sean tan exageradas, que sean recatadas, que se esfuercen, que acompañen a sus maridos, que aporten en la casa, que no descuiden a los hijos, que se den a respetar, que eviten vestirse de una manera provocativa, que no tengan miedo, que denuncien más, que se cuiden.

Y ahora, además, les dicen hasta cómo deben manifestar y criticar esta realidad. Para los obispos, la Poderosa Vulva fue inconcebible, ellos calificaron la manifestación como un “acto deleznable” y expresaron su esperanza porque los medios de comunicación no informen sobre ella nunca más. Fue un error y una exageración, según quienes tratan de obligar a las mujeres a respetar, apreciar y reproducir el sistema de valores y creencias que es sustento para la violencia que se ejerce contra ellas. Y fue la oportunidad para los integrantes del pacto de corruptos para intentar destituir a Jordán Rodas como procurador de los Derechos Humanos.

Afortunadamente hay quienes entienden la necesidad de cuestionar, sin ningún tipo de temor y con toda convicción, esta realidad que aplasta y que asigna estatus y roles según los órganos sexuales y reproductivos de cada persona. Eso nos lo recordaron las mujeres que se animaron a pasear en público la representación de una vagina el pasado 8 de marzo. Un nuevo significado para la parte de sus cuerpos que ha sido la excusa para la exclusión, el ocultamiento y el miedo:

Hay otras opciones de vida para las mujeres más allá de las lágrimas dolorosas de resignación ante la violencia, la tortura y la muerte que ofrece esta sociedad. La opción es la liberación.

Ricardo Marroquín
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Soy periodista, comunicador social, catedrático universitario, con una maestría en Estudios Estratégicos y en proceso de elaboración de la tesis de Sociología. Soy, además de fanático de los rompecabezas de mapas antiguos, cinéfilo y lector permanente de literatura, historia, periodismo y teoría social.


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